viernes, 6 de febrero de 2009

HISTORIAS DE BARRIO

LOS SUEÑOS DE JACINTO
Por Lucas Dalfino

(Semanario Redacción - Salta, Argentina, Febrero 2009)

Esta es una historia breve. Es la historia de Jacinto, un changuito de barrio, en este caso del barrio de Federación, ciudadela que, además de ser cuna de ese entrañable club de fútbol, dio cobijo a otra renombrada, aunque efímera, institución deportiva: Medellín Rugby Club, de la que ya nos ocupamos en una nota anterior.
Bien. Jacinto vendía diarios y revistas en un quiosco establecido en la esquina de Alvear y Leguizamón, casi junto a la entrada de la Farmacia Calchaquí. Queda entendido que Jacinto no era el dueño del puesto, sino un simple empleado.
El propietario de la botica que, si bien recuerdo, era Cosme Damián Delgado, solía convidarlo al muchacho con mate cocido y bollos.
Jacinto era entretenido, vivaz y muy divertido. Todos lo querían, y siempre tenía a clavel de labios un dicho ingenioso.
En la esquina del quiosco se reunía por la tardecita el grupo de changos más representativo de la barriada. Y corrían entonces las pullas, las púas, los apodos, los relatos de aventuras, imaginadas o reales, los comentarios sobre fútbol y, por supuesto, sobre las naifas de la vecindad.
Jacinto participaba de estas juntas con absoluta discreción, hasta con timidez, pues sus contertulios eran gentes de lengua de temer y, para más, mayores que él. En esos momentos compartía chanzas y otras culebrillas, y aportaba unas cuantas de su propia cosecha, con muchachos como, entre otros, el Indio Vera, los hermanos Murúa, los hermanos Brizuela Wilde (Luciano, que devino cantor famoso, Polilla y Manuel que con el tiempo fueron, y son, escribanos), etcétera. Estos Brizuela Wilde tenían un pariente ilustre, don Eduardo Wilde, escritor y político, que fue ministro de Instrucción Pública durante una de las presidencias de Julio Argentino Roca.
Jacinto tenía dos pasiones: Federación y la comparsa. Era admirador del cacique Josito, y su sueño era llegar a ser como él.
Una tarde el entonces muy joven poeta Hugo Roberto Ovalle leyó ante la chispeante concurrencia unas cuartetas que había escrito para Jacinto. Todos se conmovieron y el destinatario de las coplas aplaudió, como si hubiesen sido hechas para otro.
Aquí las reproduzco:

Remiendos con pantalón
en la cintura Jacinto
lleva sujetos al cinto,
y suelto su corazón.

De pobre no más que es,
ojeando alguna revista
le parece que su vista
lo engaña o le está al revés.

Para el año en la comparsa,
y aunque Josito se pique,
yo he de ser el gran cacique
con este gorro de garza.

Alvear y Leguizamón,
debajo de su birrete,
sueña junto a Kosinete
el gol de Federación.

Después vino la diáspora, y cada uno tomó por su lado. La barra de Alvear y Leguizamón se hizo humo, y sólo quedaron de ella estos recuerdos entre los que se destaca la imagen de Jacinto, con su birrete, su tímida sonrisa, su humildad y su capacidad para hurgarle el lado flaco al menos pensado.
Se ignora si sus sueños se volvieron realidad. Acaso bajo del casquete emplumado de algún indio comparsero bulla la picardía inocente de su inolvidable presencia.

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