jueves, 2 de julio de 2009
EL ULTIMO ADIOS A ANDRÉS CASCIOLI
SE FUE EL PAPA DE LA HUMOR
Falleció el 24 de junio a los 72 años víctima de un cáncer.
El dibujante Andrés Cascioli significó una bisagra para el humor gráfico argentino, creador de la emblemática revista Humor y partícipe fundamental de las recordadas Satiricón y Fierro.
Nacido en Avellaneda en 1936, Cascioli ilustró a todos los personajes de la política local en los últimos 30 años e hizo de la revista Humor un semillero de donde saldrían figuras como Roberto Fontanarrosa, Crist, Maitena y Alejandro Dolina.
Por sus páginas pasaron también, entre otros cientos de creadores, Grondona White, Meiji, Tabaré, Nine, Boogie el aceitoso de Fontanarrosa, Las puertita del Sr. López de Trillo y Altuna.
En enero de 1983 la dictadura secuestró el número 97, que luego se convirtió, por supuesto, en un ejemplar de colección.
Gran caricaturista de los clásicos, Cascioli era además un periodista de la imagen, y un editor con olfato y pasión.
Un par de generacines de dibujantes y humoristas argentinos le deben las gracias.
Andrés Cascioli en 1996 creó junto al Grupo de Revistas de La Nación “La Nación de los Chicos”, y dos años después participó de los primeros pasos de la edición argentina de RollingStone. Pero la revista alcanzó vida propia y marcó una época desde que nació en 1978, en plena dictadura militar.
Los inicios profesionales de Cascioli se ubican en el diseño publicitario y el dibujo de historietas.
También dirigió agencias y títulos en esos campos.
En 1972 fundó, con Oskar Blotta, la revista Satiricón y en 1978, Humor Registrado.
En torno a Humor, dio vida a Ediciones de la Urraca, sello que editó más de un decena de revistas entre ellas El Péndulo, El Periodista de Buenos Aires, Humi y Fierro.
A fines de 1980 la Biblioteca del Congreso de los EE UU adquirió cuatro de sus originales.
En 1982 recibió por Humor el premio a la Mejor Revista Satírica del Mundo, en Italia.
Ese mismo año la Asociación de Dibujantes de la Argentina lo distinguió como Caricaturista del Año.
En 1996 creó para el Grupo de Revistas de La Nación "La Nación de los Chicos", y dos años después armó el proyecto y el equipo para la edición argentina de RollingStone.
En 2001 creó y dirigió la revista El Cacerolazo, de Editorial Perfil.
En 2005 editó La revista Humor y la dictadura, volumen que presenta las mejores páginas de esa revista legendaria en el período mencionado, y en 2006, 30 años de Humor Político, libro con su obra política entre los años 1976-2006.
Expuso una muestra de este último material -124 originales- en el Palais de Glace, Buenos Aires.
Fuente: http://www.andrescascioli.com.ar/
CUANDO CONOCÍ A CASCIOLI
Sin dudas Andrés Cascioli ha marcado escuela.
Fue una bisagra.
Hay un antes y un después de Cascioli.
Es imposible negarlo.
Todos los dibujantes argentinos caricaturistas, humoristas e historietistas en los últimos 30 años hemos mamado de la HUMOR.
Su influencia nos marcó a fuego.
Hay un estilo argentino que salió de ahí, de Cascioli.
Recuerdo como si fuera ayer cuando lo conocimos, Jarma y yo, hace como 20 años en el último piso del edificio de la calle Venezuela en Capital Federal.
El tano estaba de muy buen humor, dibujando en su tablero, ahí nos mostraba sus originales que medían como unos 80 cm de alto y estaban pintados con anilina.
Verdaderas obras de arte.
Era muy amable.
Se tomaba el tiempo para mirar nuestros dibujos y nos daba consejos sobre la línea, la sombra, el remate, en fin, cuestiones técnicas de los dibujantes.
El edificio de la editorial LA URRACA era una verdadera fiesta creativa.
Ahí uno iba subiendo los pisos por la escalera y se cruzaba con genios de la talla de Abrebaya, Juan Manuel Lima, Maicas, Marito, Grondona Witte, Barale y tantos otros.
Verdaderamente una gran pérdida.
Hasta siempre y gracias por haber vivido en Argentina, Maestro de Maetros.
Guflo
Por último, va una entrevista en la que Cascioli menciona los 30 juicios que le hizo Menem, y reconoce los errores que condujeron al amargo y complicado cierre de la editorial.
Historia de la revista "Humor"
Karina Micheletto
Parece un imposible: en la Argentina existió una revista cultural que llegó a vender 330 mil ejemplares.
No sólo eso: lo hizo enfrentando a la dictadura militar, redoblando la apuesta, diciendo desde el humor lo que nadie creía que toleraría la censura, con tapas que caricaturizaban a los generales de turno.
Con el tiempo, aquel fenómeno que fue la revista Humor se volvió artículo de colección, presente en Parque Rivadavia y en cuanta plaza de reventa exista.
Ahora el director de aquella publicación, Andrés Cascioli, con la colaboración de los periodistas Oche Califa y Juan Carlos Muñiz, editó el libro La revista Humor y la dictadura, donde recopila lo mejor de aquellos años de Humor.
La antología, publicada por Ediciones Musimundo, sirve para hacer un repaso por los temas y protagonistas de la historia argentina reciente, muchos de los cuales sólo tenían cabida en la revista.
También por las firmas que circulaban por Humor, un seleccionado que incluía a Alejandro Dolina, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain, Enrique Vázquez, Santiago Kovadloff y Aída Bortnik, entre muchos otros. Y, por supuesto, por los guionistas y dibujantes, los motores de la revista, según se encarga de aclarar Cascioli: además de las tapas de Cascioli, las tiras de Grondona White, Meiji, Tabaré, Tomás Sanz, Trillo y Altuna, Ceo, Aquiles Fabregat, entre otros (Vida interior, La clínica del Doctor Cureta, Las puertitas del Señor López o El cacique Paja Brava, por citar algunos clásicos), quedaron asociadas a la revista.
La cuidada edición de La revista Humor y la dictadura (500 páginas en tapa dura) trae una yapa interesante: la reedición del famoso número 97, secuestrado por la dictadura en enero de 1983. "Nicolaides explicó por qué la tapa era ofensiva: él aparecía caricaturizado sobre una patineta, cayéndose con la Justicia atrás. Y en el juicio dijo que era imposible que un general de la Nación no domine una patineta", cuenta Cascioli.
En su estudio de Retiro, el responsable de aquellas tapas, que en los '60 hizo la colimba "de dibujante" ("tenía que dibujar gratis para los milicos. Me llevaban al departamento y me pedían el cuadro que querían. Y, claro, yo prefería hacer eso a marchar", recuerda), aclara que fueron los dibujantes y humoristas los hacedores de Humor. "Los primeros que pusimos la cara, que nos jugamos el cuero, fuimos los dibujantes. Fabre era el único que no era dibujante, pero estaba de nuestro lado, era guionista. Después se sumaron los periodistas", marca. "Yo les abrí las puertas un poco a pedido de la gente, porque las cartas de lectores insistían en que les diéramos espacio a los que tenían que denunciar cosas. Primero fueron los lectores los que escribían y después los periodistas. Ese fue el orden, pese a que a algunos no les guste." El otro punto sobre el que Cascioli sienta postura es por qué la dictadura toleró una revista como Humor: "Ahora algunos periodistas se atreven a decir que la dictadura necesitaba una revista así. ¿Qué necesitaba? ¡La dictadura estaba loca! En una reunión en Casa Rosada, Harguindeguy tiró una Humor en la mesa y dijo: 'Tenemos que matarlos a todos'. Ahora muchos se autojustifican porque mientras nosotros hacíamos Humor, ellos no hicieron nada. Otros hablan por ignorancia, porque eran nenes, estaban leyendo Billiken o Humi, si tenían padres más despiertos".
–Tampoco es verdad que lo único que ocurría dentro de la cultura era Humor.
–No, claro, había muchas manifestaciones. Y donde ponían avisos y trataban de comunicarse con sus espectadores era en Humor.
Alguna vez juntamos a los perseguidos por la dictadura en un recital de tres días, para molestar a Palito Ortega –un empleado de la dictadura, tenía un trabajo en Canal 13 que se lo daba Massera–, que había traído a Frank Sinatra. Frank Sinatra estuvo piola, no fue a la Casa de Gobierno: tuvieron que ir los tres dictadores a saludarlo a su camarín.
–¿En qué momento se dio cuenta de que con Humor pasaba algo importante?
–Cuando empezamos a recibir cuarenta cartas por día de todo el país. Y cuando nos dimos cuenta de que podíamos seguir avanzando, aun sabiendo cómo había reaccionado Harguindeguy. Cuando teníamos un problema volvíamos atrás y usábamos a la farándula. Después volvíamos a los militares, mezclándolo con la farándula, y así. Era pensar todo el tiempo cómo se podían decir las cosas, cómo gambetear a la censura, ése era nuestro trabajo. Y después algunos como Viuti o Fontanarrosa traían lo que les rechazaban por autocensura en Clarín, por ejemplo.
–Respecto del famoso secuestro del número 97, llama la atención que antes hubieran pasado tapas más comprometidas.
–Es que se cansaron. Entre los militares había un grupo que insistía todo el tiempo en prohibirla y otro grupo que lo paró. En octubre del '82 intentaron cerrarla, y los que se opusieron fueron los políticos (en el libro se reproducen las cartas que algunos como Alfonsín, Luder o Cafiero mandaron al Ministerio del Interior). En el '83 no aguantaron más y fueron a secuestrar cualquiera, la que tocó. Se logró imprimir 100 mil ejemplares, y 200 mil que iban al interior fueron parados por la policía. Después presentamos un recurso de amparo y cuando lo ganamos se los reclamamos a la policía. Los habían vendido todos.
–¿Cómo?
–En el '95 un taxista me confesó que había sido uno de los policías que secuestró la publicación, y que fue testigo de cómo se vendía la revista, iban los mismos policías a vender. Así que le agradezco a la policía que se haya preocupado por la libertad de prensa (risas). Humor no era una revista de izquierda ni comunista. Era una revista que defendía los derechos humanos y la democracia. Nunca alabamos a Fidel ni al Che Guevara, ni nos jugamos por la izquierda internacional. Decíamos lo que pasaba.
–La tendencia en todo caso era radical.
–No, para nada. Nosotros apoyamos a Alfonsín porque los preferíamos a Luder y Lorenzo Miguel y porque considerábamos que estaba más cerca de la democracia. Pero en la revista había muchos peronistas: Mona Moncalvillo, Dolina, José Pablo Feinmann, Alvaro Abós…
–Transmitían una imagen de familia, donde nombraban hasta al cadete. ¿Era realmente así?
–Era muy divertido hasta que empezó a complicarse.
–Se refiere a la última etapa.
–Sí. Durante el menemismo tuve grandes problemas afuera y adentro. Porque el menemismo se metía en todos lados. Te multaban, te metían gente, publicaba y no te pagaba… Le gané un juicio a María Julia Alsogaray y yo pagué las costas, porque ella se declaró insolvente.
–¿Evalúa como un error haber seguido adelante en esa última etapa?
–Cometí muchos errores. Todos creían que yo estaba lleno de plata, pero todo lo que gané lo puse en revistas. Cuando vino la debacle traté de pararla, hice libros, inventé de todo. Pero no se puede luchar contra más de treinta juicios que me hizo Menem. Cuando cerró Humor, tenía un edificio que valía más de un millón de dólares, que pasó a manos del síndico que tenía que pagar. Estaba la plata para pagarles a todos. Yo terminé hipotecando mi casa. La pasé muy mal.
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