Guflo
A continuación reproduzco la nota publicada en el Diario El Tribuno ayer, domingo 07 de junio.
"El, que tantos cierres había protagonizado en su vida, se convirtió esta madrugada en el cierre más doloroso, el más sentido y más triste que sus compañeros de El Tribuno hayamos protagonizado en muchos años. Anoche, cuando en numerosos lugares de la ciudad sus colegas de toda la vida se reunían para brindar por el Día del Periodista, se nos fue uno de los mejores, tal vez el más querido, el Gallego Zamora. Su trinchera de toda la vida fue el diario, este diario, y él, hasta hace muy pocos días, estuvo entre nosotros.
Francisco Zamora nació en Tucumán en 1934. Vivió en Jujuy, en su primera etapa como periodista, y se radicó en Salta desde 1969. Era el periodista más antiguo de esta casa, y su trayectoria, su historia personal, se vinculan de la manera más honda, más estrecha, con la generación que, encabezada por Roberto Romero -que lo distinguió siempre con su amistad y con su afecto- dio forma y personalidad a El Tribuno y lo proyectó con peso propio en la provincia y el NOA. El Gallego -así, a secas-compartió aquellas jornadas pioneras, además de Romero, con Líbero Martinotti, Ricardo Fernández Dorré, Avelino Cantarero, los hermanos Antonio y Luis Magna. Esa lista, imposible de enumerar por completo, no puede ignorar tampoco a Luis Mario Gbhara, Lucio Paz Posse, César Rovega, César Perdiguero, Carlos Fernando Barbarán, Luciano Tanto, Polo Ortín, Oscar Argañaraz y tantos otros hombres que, conformaron el núcleo matriz de esta empresa.
Se va con Francisco Zamora una pluma de lujo, un periodista de vocación renacentista, por su amplitud de intereses y su amplísimo registro cultural. Se va, también, un escritor de primera fila, que con tres libros "El llamaviento" (cuentos, 1975), "La heredad de los difuntos" (novela, 1977) y "Bisiesto viene de golpe" (novela, ganadora del Premio Homero Robles en 1977) concitó el elogio sin reservas de la crítica nacional.
Cronista de registro múltiple, Zamora perteneció por derecho propio a la prosapia de los mejores en este oficio, y su nombre no desluce a la altura de Roberto Arlt, Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, entre tantos otros que supieron dar testimonio, en cientos de páginas calientes, de las urgencias y necesidades de su tiempo.
El suplemento cultural de este diario, que dirigió durante muchos años, da testimonio de su pasión por las más variadas expresiones del arte y la cultura. Allí late asimismo el registro palpitante de sus muchos viajes y sus experiencias en los escenarios más diversos de buena parte de América latina.
Vehemente hasta el estallido, su honradez y la lealtad a sus propios principios eran el torrente caudaloso por donde circulaba su espíritu noble. Zamora fue un verdadero maestro de periodistas, y quedará para siempre, en tantas páginas que escribió, el magisterio sin estridencias de su prosa limpia.
Se fue el Gallego, y con él se va uno de los tramos más fecundos de nuestro periodismo, que es también el de la historia de Salta que todavía está por escribirse. Pero fundamentalmente se va un hombre bueno y digno, generoso y desinteresado; aquel que gozaba en compartir, en su casa hospitalaria, la comida y el vino. Sus compañeros y amigos lo recordaremos en la sonrisa que exhibe Blas, su hijo adolescente, que hereda no sólo su inmensa biblioteca y su discoteca impar, sino también la pureza de alma de su padre.
Todas las despedidas duelen, pero hay despedidas que duelen mucho más, y ésta es una de ellas. Adiós, pues, al Gallego. Adiós a Francisco Zamora, hombre de bien, comprometido y leal, periodista excepcional. El Tribuno y toda su gente están de duelo y lo lloran hoy, 7 de junio, Día del Periodista."
Francisco Zamora nació en Tucumán en 1934. Vivió en Jujuy, en su primera etapa como periodista, y se radicó en Salta desde 1969. Era el periodista más antiguo de esta casa, y su trayectoria, su historia personal, se vinculan de la manera más honda, más estrecha, con la generación que, encabezada por Roberto Romero -que lo distinguió siempre con su amistad y con su afecto- dio forma y personalidad a El Tribuno y lo proyectó con peso propio en la provincia y el NOA. El Gallego -así, a secas-compartió aquellas jornadas pioneras, además de Romero, con Líbero Martinotti, Ricardo Fernández Dorré, Avelino Cantarero, los hermanos Antonio y Luis Magna. Esa lista, imposible de enumerar por completo, no puede ignorar tampoco a Luis Mario Gbhara, Lucio Paz Posse, César Rovega, César Perdiguero, Carlos Fernando Barbarán, Luciano Tanto, Polo Ortín, Oscar Argañaraz y tantos otros hombres que, conformaron el núcleo matriz de esta empresa.
Se va con Francisco Zamora una pluma de lujo, un periodista de vocación renacentista, por su amplitud de intereses y su amplísimo registro cultural. Se va, también, un escritor de primera fila, que con tres libros "El llamaviento" (cuentos, 1975), "La heredad de los difuntos" (novela, 1977) y "Bisiesto viene de golpe" (novela, ganadora del Premio Homero Robles en 1977) concitó el elogio sin reservas de la crítica nacional.
Cronista de registro múltiple, Zamora perteneció por derecho propio a la prosapia de los mejores en este oficio, y su nombre no desluce a la altura de Roberto Arlt, Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, entre tantos otros que supieron dar testimonio, en cientos de páginas calientes, de las urgencias y necesidades de su tiempo.
El suplemento cultural de este diario, que dirigió durante muchos años, da testimonio de su pasión por las más variadas expresiones del arte y la cultura. Allí late asimismo el registro palpitante de sus muchos viajes y sus experiencias en los escenarios más diversos de buena parte de América latina.
Vehemente hasta el estallido, su honradez y la lealtad a sus propios principios eran el torrente caudaloso por donde circulaba su espíritu noble. Zamora fue un verdadero maestro de periodistas, y quedará para siempre, en tantas páginas que escribió, el magisterio sin estridencias de su prosa limpia.
Se fue el Gallego, y con él se va uno de los tramos más fecundos de nuestro periodismo, que es también el de la historia de Salta que todavía está por escribirse. Pero fundamentalmente se va un hombre bueno y digno, generoso y desinteresado; aquel que gozaba en compartir, en su casa hospitalaria, la comida y el vino. Sus compañeros y amigos lo recordaremos en la sonrisa que exhibe Blas, su hijo adolescente, que hereda no sólo su inmensa biblioteca y su discoteca impar, sino también la pureza de alma de su padre.
Todas las despedidas duelen, pero hay despedidas que duelen mucho más, y ésta es una de ellas. Adiós, pues, al Gallego. Adiós a Francisco Zamora, hombre de bien, comprometido y leal, periodista excepcional. El Tribuno y toda su gente están de duelo y lo lloran hoy, 7 de junio, Día del Periodista."
2 comentarios:
En el nombre de la entera familia Zamora, le doy las gracias por su sentido pésame. Mi nombre (de soltera) es Maria del Carmen Zamora y soy la hermana menor del Negro. Vivo en Texas y estaba programando visitarlo después de septiembre, pero él no me pudo esperar. Yo no supe que estaba enfermo - nadie en la familia lo sabía porque él así lo había decidido. ¡Qué pena no haber podido disfrutar una vez más de su vehemencia y ‘uniquismo’! Pero su decisión fue probablemente motivada por el deseo de que la familia y los amigos no vieran el deterioro que esa atroz enfermedad estaba provocando en su exterior. Pero lamentablemente, su decisión nos robó de la oportunidad de gozar de su compañía por última vez. Aunque pertenecíamos a diferentes generaciones, tuve la dicha de poder compartir con él algunos momentos que jamás se borrarán de mi memoria.
Gracias por sus condolencias y también por haber sido un buen amigo de mi hermano.
Estimada Carmen,
Me conmueven sus palabras y lamento mucho que no haya podido compartir los últimos momentos con el Gallego. Él era así, y como Ud. dice, fue su decisión no avisar sobre su enfermedad. Igual, ahora estará en paz, descansando de sus dolores. De nuevo, mis más sentido pésame para toda la familia Zamora.
Por mi parte, de vez en cuando iré publicando en mi blog, para que podamos seguir recordándolo, algunas de sus columnas que tuve el privilegio de compartir con mis ilustraciones. Le envio un fuerte abrazo de consuelo y le mando la mejor energía positiva para ayudar a que algún día pueda, al igual que todos acá, hacernos a la idea de que se nos fue.
Sin embargo, pienso que estará también riéndose del mundo, reencontrándose con sus viejos amigos, mirándonos y escribiendo sus geniales ocurrencias para los habitantes del cielo, o lo que quiera que sea.
Cordialmente, Guflo
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