por su clima tropical,
ha sido siempre especial
en dar opas a granel.
Salta y Jujuy, en los tiempos de ñaupa, solían disputar por la procedencia de los opas. Los jujeños decían que el origen de tales especímenes era indiscutiblemente Salta, mientras la gente de aquí juraba y perjuraba que venían de Jujuy. Paralelamente como consecuencia de ese entredicho, había también una discusión respecto a la paternidad del coto, inflamación de la glándula tiroides que a menudo adornaba el cuello de los cotudos de ambas provincias con unos bultos descomunales.
En Jujuy, por ejemplo, a mediados del siglo pasado, había en la calle Alvear un turco eternamente parado a las puertas de su negocio, como quien espera por la clientela, que en realidad no esperaba a nadie, sino que estaba parado allí para lucir orgullosamente, al paso de las chicas que salían de los colegios, un coto de colección con el tamaño y la forma de una bolsa con pomelos, que el turco llevaba echado sobre un hombro.
Y en Salta vivió el famoso “Protocoto”, un cotudo antológico que no podía caminar -según afirman los viejos memoriosos-, porque el peso del coto lo obligaba a agacharse tanto para adelante, que andaba siempre trotando. Si Protocoto intentaba caminar normalmente, por efectos de la ley de gravedad se iba de jeta al suelo. En realidad, como se enseña ahora, ambos males estaban relacionados porque el coto, que los médicos llaman tiroiditis, termina a la larga por causar anomalías cerebrales, es decir opería.
Cuando alguien descubrió que el problema se debía a la falta de yodo, pues las aguas de esta parte del país carecen de ese elemento, se dispuso yodar la sal de mesa y sanseacabó. La cotopería disminuyó notablemente en pocos años. Sin embargo, el poeta salteño Nicolás López Isasmendi, conforme con su vena satírica, atribuyó a otras causas la reducción de casos de tiroiditis. Según él, que explicó su teoría en un célebre poema cuya primer cuarteta inicia esta nota, el yodo no tuvo nada que ver con la desaparición de los cotudos. Ese poema sigue nombrando a los opas más representativos del gremio:
Griseldo, Aujero, Bombilla,
Herodes, Panta, Escamayo,
Quitupí, Coto Zapallo,
Tres-Tres y Pata Amarilla,
han sido opas que se fueron
de este mundo engañador.
Opas, querido lector,
que su destino cumplieron.
Después de enumerarlos, López Isasmendi mencionó una de las actividades más estimadas de cierto opa cuya habilidad resultó invalorable para mantener la ciudad libre de malos olores y de las complicaciones que surgen de las cloacas trancadas:
Algún opa fue un auxilio
que gran servicio prestaba,
era el opa que cazaba
los “tigres” a domicilio.
Y por fin, el poema nos expone la teoría del autor sobre las causas que determinaron la desaparición de tantos estimables conciudadanos:
La grey opa cayó enferma
casi en su totalidad,
notándose en la ciudad
desde entonces mucha merma.
El progreso, francamente,
mató un opa cada día,
al principio fue el tranvía,
después… el agua corriente.
De una manera u otra, lo cierto es que el coto, que bien podría servir hoy como otro motivo de atracción turística, prácticamente ha desaparecido. Ya no van quedando opas al estilo antiguo, o sea opas evidentes, asumidos y normalmente serviciales. Estos de ahora son opas sin relación con el yodo, opas mala vuelta, disimulados y arteros, opas camuflados que a menudo, por esas vueltas de la vida y por las paradojas que se reiteran tanto en nuestro país, ocupan cargos importantes en la administración pública o dirigen programas radiales y televisivos.
¿Qué se le podría echar al agua para componer a los opas emboscados? Porque esta opería moderna parece ser contagiosa y se está volviendo epidemia. Hay que hacer algo. Tal vez haya un modo de ponerlos en evidencia antes que se encarguen de ello las testiculeces que caracterizan normalmente las actividades de esta gente. Tiene que ser antes que hagan operías, porque en contrario, el opa es descubierto cuando hizo tantas macanas, que ya es demasiado tarde para remediar el error de creerlo normal y darle responsabilidades que exigen idoneidad.
Hay que hallar la manera de conocerlos muy de movida, a fin de prohibirles, entre otras cosas, que hablen por micrófonos.
Francisco Zamora
Fuente: Semanario Redacción, Salta, Argentina, septiembre 2008.
2 comentarios:
Guflo, ese dibujo está genial!! por qué no pintas mas asi y abandonas los degrades? los colores plenos y menos birllantes le suben muchisimo mas la calidad al laburo. Posta.
Me encanta.
Saludos!
Ok. Gracias por la sugerencia. Un abrazo. Guflo
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